Audiencia general del 6 de marzo de 1985
JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 6 de marzo de 1985
La enseñanza de la doctrina cristiana
1. Para la Iglesia, la labor de catequesis comporta una intensa obra de formación de los catequistas. También en esto nos da luz el ejemplo de Cristo. Durante su ministerio, Jesús se dedicó sobre todo a formar a los que habían de difundir su mensaje por el mundo entero. Consagró mucho tiempo a predicar a las multitudes, pero reservó un tiempo mayor a formar a sus discípulos. Les hizo vivir en su compañía para inculcarles la verdad de su mensaje no sólo con sus palabras, sino con su ejemplo y con el contacto diario. A sus discípulos les descubrió los secretos de su reino, les hizo entrar en el misterio de Dios, cuya revelación traía El. Suscitó en ellos la fe y la hizo crecer progresivamente con una instrucción cada vez más completa. Cuando les confirió la misión de enseñar a todas las gentes, podía confiarles esta tarea, pues les había dotado de la doctrina que debían divulgar, si bien la comprensión plena de ésta les iba a venir del Espíritu Santo que les daría la fuerza divina del apostolado.
Al recibir esta lección del Maestro, la Iglesia atribuye una gran importancia a la formación de quienes tienen la tarea de enseñar la verdad revelada. Entre éstos se cuentan en primer lugar los Pastores, los que en virtud del sacerdocio han recibido la misión de anunciar la Buena Nueva en nombre de Cristo. Figuran también todos los que comparten la misión de enseñar de la Iglesia, en particular los catequistas con dedicación plena y también los "voluntarios". La formación de los catequistas es un elemento esencial del interés de todos por el crecimiento vitalidad de la Iglesia. Es necesaria en todos los sitios; su valor resulta aún más significativo en ciertos países donde los catequistas desempeñan un papel importante entre las comunidades cristianas que no disponen de un número suficiente de sacerdotes. En algunos lugares puede decirse que la Iglesia vive gracias a la obra de los catequistas.
2. La formación catequética la asumen con frecuencia institutos especializados; es de desear que la formación de los catequistas se realice cada vez más en estos institutos donde reciben la instrucción doctrinal indispensable y la preparación en los métodos pedagógicos.
La formación doctrinal es una necesidad fundamental, puesto que la catequesis no puede limitarse a enseñar un mínimo de verdades aprendidas y repetidas nemotécnicamente. Si el catequista tiene la misión de inculcar toda la doctrina cristiana en sus oyentes, debe haberla aprendido bien previamente él mismo. No ha de ser mero testigo de su fe; debe comunicar su contenido. La enseñanza que ha recibido en la preparación al bautismo, la confirmación o la comunión, muy a menudo no es suficiente para un conocimiento exacto y profundo de la fe que ha de transmitir. Es indispensable un estudio más sistemático. En la práctica, a veces las circunstancias han forzado a los responsables de la catequesis a recurrir a la colaboración de personas de buena voluntad, pero sin una preparación adecuada. Estas soluciones resultan en general incompletas. Para garantizar una sólida catequesis en el porvenir, es preciso confiar esta obra a catequistas que han adquirido competencia doctrinal por medio del estudio.
Esta formación doctrinal es tanto más necesaria cuando el catequista vive en un mundo donde se difunden ideas y teorías de todo tipo, y con frecuencia incompatibles con el mensaje cristiano. Debe estar capacitado para reaccionar ante lo que ve y oye, y discernir lo que puede ser asumido de lo que debe rechazarse. Si ha asimilado bien la doctrina cristiana y ha entendido bien su significado, podrá enseñarla con fidelidad, a la vez que mantiene abierto el espíritu.
3. Si bien el conocimiento de la doctrina revelada requiere un esfuerzo de la inteligencia, la formación doctrinal debe ser al mismo tiempo una profundización en la fe. La finalidad esencial de la catequesis es la comunicación de la fe, y es ésta la que debe guiar el estudio de la doctrina. Un estudio que ponga en discusión la fe o que introduzca dudas sobre la verdad revelada no puede servir a la catequesis. El desarrollo de la ciencia doctrinal debe ir de acuerdo con un desarrollo de la fe. Por esta razón los institutos de formación catequética deben considerarse ante todo como escuelas de la fe.
La responsabilidad de los profesores de estos institutos es todavía mayor porque su doctrina tendrá múltiple repercusión a través de los catequistas que ellos forman. Es la responsabilidad de una fe que lleva consigo el propio testimonio y que manifiesta su afán en buscar el sentido auténtico de todo cuanto nos da la Revelación.
Además, los institutos de formación catequética tienen el deber de desarrollar el espíritu misionero en sus estudiantes. La catequesis no puede considerarse una mera actividad profesional, pues existe para difundir el mensaje de Cristo en el mundo; por este motivo es a la vez vocación y misión. Vocación, porque hay una llamada de Cristo a los que quieren dedicarse a esta labor. Misión, porque desde sus orígenes la catequesis se estableció en la Iglesia para cumplir la orden del Salvador resucitado: "Id, pues, enseñad a todas las gentes..." (Mt 28, 19).
4. La enseñanza de la doctrina cristiana tiene por objetivo la difusión de la fe y no un mero conocimiento de la verdad; tiende a suscitar una adhesión de la inteligencia y del corazón a Cristo y aumentar la comunidad cristiana. Por consiguiente, debe asumirse como una misión de la Iglesia y una misión para la Iglesia. Los catequistas contribuyen a la edificación del Cuerpo místico de Cristo, a su crecimiento en la fe y en la caridad.
Se espera que tengan este espíritu de misión no sólo los catequistas que despliegan su actividad en los llamados países de misión, sino igualmente todos los catequistas de la Iglesia, sea el que fuere el lugar donde enseñan. El espíritu de misión mueve al catequista a emplear todas sus fuerzas y talentos en la enseñanza. Lo hace más consciente de la importancia de su obra y lo hace capaz de afrontar mejor todas las dificultades, con mayor confianza en la gracia que lo sostiene.
Deseamos, pues, que los progresos en la formación de los catequistas contribuyan por doquier al desarrollo de la Iglesia y de la vida cristiana sobre la base de una fe sincera, convencida y coherente, a la que tiende la catequesis.
Saludos
Y ahora un cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española.
En particular a los alumnos del Pontificio Colegio Mexicano de Roma, con el equipo coordinador y acompañados por el Señor Cardenal de México. Os aliento a ser generosos en vuestra entrega al Señor y fieles a vuestros compromisos sacerdotales, mientras os preparáis sólidamente durante este tiempo de estudio y reflexión.
Saludo igualmente al grupo de peregrinos del Movimiento parroquial de los «Focolari»; a los alumnos y profesores del Colegio «Virgen de Europa» de Madrid, y del Instituto de Monzón; al grupo de peregrinos latinoamericanos residentes en San Francisco (California); al grupo de peregrinos de la Archidiócesis de Braga (Portugal).
A todos los peregrinos procedentes de los diversos países de América Latina y de España, imparto de corazón mi bendición apostólica.
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