Carta en el XL Aniversario del Celam
CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CARDENAL NICOLÁS DE JESÚS LÓPEZ RODRÍGUEZ
EN EL XL ANIVERSARIO DE LA CREACIÓN
DEL CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO
1. La gozosa celebración del 40 aniversario de la creación del Consejo Episcopal Latinoamericano me ofrece la feliz oportunidad de dirigirme de nuevo, con especial solicitud pastoral, a las Iglesias que peregrinan en América Latina y a sus Obispos.
Está vivo en mí corazón de Pastor universal, como lo está en el de todos los Pastores de ese "Continente de la esperanza", el recuerdo de las celebraciones del V Centenario del comienzo de la evangelización de esos pueblos. Conmemoramos este histórico acontecimiento el año 1992 en Santo Domingo, con la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, la cuarta de una serie que comenzó, hace precisamente ahora cuarenta años, en Río de Janeiro.
Como fruto duradero de la primera Conferencia, reunida del 25 de julio al 4 de agosto de 1955, nació el CELAM —Consejo Episcopal Latinoamericano—, "organismo de contacto, reflexión, colaboración y servicio de las Conferencias Episcopales de América Latina"( Estatutos, Art. 1,1.).
Mi predecesor el Papa Pío XII aprobó "con benevolencia" la constitución de tan providencial organismo y, en 1958, creó además la Pontificia Comisión para América Latina, a la que encomendó, entre otras, la finalidad de "ayudar de forma eficaz con los medios pastoralmente más oportunos al Consejo Episcopal Latinoamericano" (CartaApostólica Decessores Nostri, 18 de junio de 1988).
2. El CELAM conmemorará en los próximos días sus cuarenta años de existencia durante su XXV Asamblea General Ordinaria, que tendrá lugar en la ciudad de México, bajo la mirada de Nuestra Señora de Guadalupe. Con la creación de este Consejo se puso en marcha un organismo eficaz para una nueva etapa de la evangelización de América.
Ya a finales del pasado siglo, en el año 1899, el Concilio Plenario Latinoamericano, convocado por mí predecesor el Papa León XIII y celebrado en Roma, como afirmaron los Cardenales y Obispos reunidos en la Conferencia de Río, constituyó "la base primordial del desarrollo de la vida eclesiástica y espiritual en el continente" (Conclusiones, Preámbulo). Aquel histórico Concilio, cuyo centenario celebraremos dentro de unos años, preparó a las Iglesias de América Latina para los tiempos nuevos. Pero había de ser la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, inaugurada hace cuatro decenios en la entonces capital de Brasil (1955), la que abriera el camino de la Nueva Evangelización del Continente, continuado después por las sucesivas Conferencias.
Quiero recordar que en el año 1968 se reunió en Medellín (Colombia) la II Conferencia, que inauguró mi predecesor el Papa Pablo VI y abordó el tema de "La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio". En 1979, en Puebla de los Ángeles (México), la III Conferencia, que tuve la dicha de inaugurar, se ocupó de "La Evangelización en el presente y el futuro de América Latina". Finalmente, la IV Conferencia en Santo Domingo, el año 1992, se dedicó al estudio de la "Nueva Evangelización, Promoción humana, Cultura cristiana".
Fruto de esas cuatro Conferencias son los importantes documentos que, interpretados a la luz de las enseñanzas del magisterio de la Iglesia, contienen orientaciones doctrinales y pastorales de singular transcendencia para la nueva evangelización en ese Continente, que cada Obispo, contando con la colaboración de los miembros de su diócesis, podrá utilizar, con el necesario discernimiento, para promover el crecimiento de la vida de las comunidades eclesiales confiadas a su cuidado pastoral.
3. La última Conferencia emplazó a las Iglesias latinoamericanas para el tercer milenio del Cristianismo. Los Obispos reunidos en Santo Domingo centraron su reflexión en "Jesucristo, ayer, hoy y siempre" (cf. Heb 13, 8). En este mismo lema quiere fijar ahora su atención toda la Iglesia durante el camino de preparación al año 2000 (Cf. Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente, caps. I y V ).
Toda la Iglesia se dispone para entrar en el tercer milenio del Cristianismo con renovado espíritu de modo que pueda participar más plenamente de la gracia que fluye del misterio pascual. La Iglesia en América Latina está llamada, por el gran número de sus miembros y por la eficaz acción de sus evangelizadores, a tener un especial protagonismo y responsabilidad en esta tarea. Por ello, el 40º aniversario de la fundación del Consejo Episcopal Latinoamericano debe ser visto como una oportunidad privilegiada para renovar el llamado a todos los creyentes en Cristo del continente americano a un seguimiento más radical, íntimo y fiel del Señor, exhortando a todos los fieles a dar un valiente testimonio de vida según los preceptos evangélicos y en plena coherencia con la fe.
Vemos ya en el horizonte el futuro Sínodo de América, al que me he referido en mi Carta Apostólica sobre el Jubileo del Año 2000 (Cf. nn. 21 y 38).Será éste un evento evangelizador que deberá afrontar los desafíos que, a final de este siglo, se presentan a las Iglesias latinoamericanas, a las que dispondrá para introducirse en el tercer milenio de la era cristiana.
4. El CELAM, con su programa "servir e integrar", en comunión y fidelidad a la Santa Sede, tiene un papel importante que realizar en esta esperanzadora a la vez que difícil coyuntura. Por eso, dando gracias al Señor por las realizaciones del pasado, ha de mirar hacia el futuro con la confianza puesta en Dios, revisando sus estructuras en lo que parezca conveniente (Cf. Santo Domingo, Conclusiones, 69) y dando continuamente dinamismo evangelizador a sus organismos. Así, reflejando el auténtico rostro de América Latina, con iniciativas bien ponderadas y mediante una mayor participación de todo el Episcopado del Continente, contribuirá de manera decisiva a la Nueva Evangelización del mismo.
Esto es lo que pido en esta feliz circunstancia a Jesucristo, el primer y el más grande de los Evangelizadores, (Cf. Evangelii Nuntiandi, 7) por intercesión de Santa María de Guadalupe, Estrella de la Primera y de la Nueva Evangelización de América.
Con esta viva esperanza me complace impartir a todos los Obispos de América Latina, así como a sus sacerdotes, religiosos y religiosas y fieles diocesanos, una especial Bendición Apostólica.
Vaticano, 16 de abril del año 1995, Solemnidad de la Pascua de Resurrección.
IOANNES PAULUS PP. II