Conferencia episcopal de Zimbabue, Sábado 2 de julio de 2005
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE ZIMBABUE
EN VISITA "AD LIMINA"
Sábado 2 de julio de 2005
Queridos hermanos en el episcopado:
"Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (Ef 1, 2). Os doy una afectuosa bienvenida, obispos de Zimbabue, con ocasión de vuestra visita quinquenal ad limina Apostolorum. Quiera Dios que vuestra peregrinación a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, y este encuentro con el Sucesor de Pedro, sean para todos vosotros un impulso a una unidad cada vez mayor en la causa del Evangelio y en el servicio al reino de Cristo. Ojalá que estos días también os brinden una valiosa oportunidad de apartaros de vuestras urgentes preocupaciones pastorales, para dedicar tiempo al Señor (cf. Mt 6, 31) en la oración y en el discernimiento espiritual, de modo que podáis reanudar con renovado entusiasmo vuestro ministerio de heraldos de la palabra de Dios y pastores de su pueblo en vuestra patria.
Las recientes elecciones en Zimbabue han puesto las bases para lo que espero sea un nuevo comienzo en el proceso de reconciliación nacional y de reconstrucción moral de la sociedad. Aprecio la significativa contribución al proceso electoral que habéis dado a los fieles católicos y a todos vuestros compatriotas con vuestra Declaración pastoral conjunta publicada el año pasado.
Como habéis afirmado con acierto en dicha Declaración, la responsabilidad por el bien común exige que todos los miembros de la comunidad política colaboren a fin de poner firmes cimientos morales y espirituales para el futuro de la nación. Con la publicación de la Declaración y de vuestra más reciente Carta pastoral "El grito de los pobres", habéis hecho que la sabiduría del Evangelio y la rica herencia de la doctrina social de la Iglesia influyeran en el modo de pensar y en los criterios prácticos de los fieles laicos, tanto en su vida diaria como en sus esfuerzos por actuar como miembros honrados de la comunidad.
En el ejercicio de vuestro ministerio episcopal de enseñanza y gobierno, os animo a seguir teniendo un liderazgo claro y unido, fundado en una fe inquebrantable en Jesucristo y en la obediencia a "la palabra de la verdad, el evangelio de la salvación" (Ef 1, 13). En vuestra predicación y en vuestra enseñanza los fieles deberían poder escuchar la voz del Señor mismo, una voz que habla con autoridad de lo que es justo y verdadero, de paz y justicia, de amor y reconciliación, una voz que puede consolarlos en medio de sus problemas y mostrarles el camino de la esperanza.
En medio de las dificultades del momento presente, la Iglesia en Zimbabue puede alegrarse nuevamente de la presencia de tantas comunidades fervientes en la fe, de un notable número de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, y de la presencia de un laicado comprometido, que se dedica a diversas obras de apostolado. Estos dones de la gracia de Dios son un consuelo y a la vez un desafío con vistas a una catequesis cada vez más profunda e integrada, orientada a formar a los fieles para que vivan plenamente su vocación cristiana. "En todos los sectores de la vida eclesial la formación es de capital importancia" para el futuro de la Iglesia en África (Ecclesia in Africa, 75). Por esta razón, os aliento a trabajar juntos para garantizar una preparación catequística adecuada y completa a todos los fieles, y a dar los pasos necesarios para impartir una educación más sistemática a los catequistas.
Asimismo, es preciso ayudar a los futuros sacerdotes a presentar la plenitud de la fe católica de un modo que afronte y responda verdaderamente a las dificultades, a los interrogantes y a los problemas de la gente. Los seminarios nacionales necesitan un apoyo concreto en su ardua tarea de proporcionar a los seminaristas una adecuada formación humana, espiritual, doctrinal y pastoral; y al clero más joven, en los primeros años de su ministerio sacerdotal, le ayudaría mucho un programa de acompañamiento espiritual, pastoral y humano, bajo la dirección de sacerdotes expertos y ejemplares. Vuestra solicitud por una correcta catequesis y una educación religiosa integral debe extenderse también al sistema de las escuelas católicas, cuya identidad religiosa debe fortalecerse, no sólo por el bien de sus alumnos, sino también de toda la comunidad católica en vuestro país.
Queridos hermanos en el episcopado, en unión con el Sucesor de Pedro y el Colegio de los obispos, habéis sido enviados como testigos de la esperanza que nos ofrece el Evangelio de Jesucristo (cf. Pastores gregis, 5). Al volver a vuestra patria fortalecidos en la fe y en el vínculo de la comunión eclesial, os pido que cooperéis generosamente al servicio del Evangelio, para que la luz de la palabra de Dios resplandezca cada vez más en la mente y en el corazón de los católicos de Zimbabue, infundiéndoles un amor más profundo a Cristo y un compromiso más firme en favor de la extensión de su reino de santidad, justicia y verdad.
Con gran afecto os encomiendo a vosotros, a los sacerdotes, a los religiosos y a los laicos de vuestras diócesis a la intercesión amorosa de María, Madre de la Iglesia, y de corazón os imparto mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en el Señor.
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