Conversación con los periodistas
VIAJE APOSTÓLICO
DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A AUSTRIA
CON OCASIÓN DEL 850 ANIVERSARIO
DE LA FUNDACIÓN DEL SANTUARIO DE MARIAZELL
PALABRAS DEL SANTO PADRE
EN SU CONVERSACIÓN CON LOS PERIODISTAS DURANTE EL VUELO
Viernes 7 de septiembre de 2007
P. — Santo Padre, en este viaje vuelve usted a un país que conoce desde su infancia. ¿Qué importancia concede a este regreso a Austria?
R. — Mi viaje quiere ser sobre todo una peregrinación. Quiero insertarme en la larga fila de los peregrinos a lo largo de los siglos —son 850 años— y así, como peregrino con los peregrinos, orar con los que oran. Me parece importante este signo de la unidad que crea la fe: unidad entre los pueblos, porque es una peregrinación de muchos pueblos, y unidad entre los tiempos; por tanto, es un signo de la fuerza unificadora, de la fuerza de reconciliación que entraña la fe. En este sentido, quiere ser un signo de la universalidad de la comunidad de fe de la Iglesia y también un signo de humildad y, sobre todo, de la confianza que tenemos en Dios, de la prioridad de Dios; Dios existe, necesitamos la ayuda de Dios. Y, naturalmente, también es expresión de amor a la Virgen. Así pues, solamente quiero confirmar estos elementos esenciales de la fe en este momento de la historia.
P. — La Iglesia austriaca en los años 90 atravesó un período difícil e inquieto, con tensiones pastorales y contestaciones. Santo Padre, ¿cree usted que estas dificultades ya se han superado? ¿Piensa ayudar con esta visita a sanar las heridas y a promover la unidad en la Iglesia, también entre los que se sienten al margen de la Iglesia?
R. — Ante todo quisiera dar las gracias a todos los que han sufrido en estos últimos años. Sé que la Iglesia en Austria ha vivido tiempos difíciles; por eso, expreso mi agradecimiento a todos —laicos, religiosos y sacerdotes— los que en medio de esas dificultades han permanecido fieles a la Iglesia, dando testimonio de Jesús, y han sabido reconocer el rostro de Cristo en una Iglesia de pecadores. No creo que hayan quedado totalmente superadas esas dificultades. La vida en este siglo —aunque esto vale en cierto sentido para todos los siglos— sigue siendo difícil. También la fe se vive siempre en contextos difíciles. Pero espero ayudar un poco a la curación de esas heridas, y veo que hay una nueva alegría de la fe, hay un nuevo impulso en la Iglesia. En la medida de mis posibilidades quiero confirmar esta disponibilidad a seguir adelante con el Señor, a confiar en que el Señor permanece presente en su Iglesia y que así, precisamente viviendo la fe en la Iglesia, podemos llegar también nosotros a la meta de nuestra vida y contribuir a un mundo mejor.
P. — Austria es un país de tradición profundamente católica y, a pesar de ello, también muestra signos de secularización. Santo Padre, ¿con qué mensaje de estímulo espiritual se va a dirigir a la sociedad austriaca?
R. — Yo sólo quiero confirmar a la gente en la fe, pues precisamente también hoy necesitamos a Dios, necesitamos una orientación que dé una dirección a nuestra vida. Una vida sin orientación, sin Dios, no tiene sentido; queda vacía. El relativismo lo relativiza todo y, al final, ya no se puede distinguir el bien del mal. Por tanto, sólo quiero confirmar en esta convicción, que resulta cada vez más evidente, de nuestra necesidad de Dios, de Cristo, y de la gran comunión de la Iglesia, que une a los pueblos y los reconcilia.
P. — Viena es sede de muchas organizaciones internacionales, entre las que se halla la Agencia internacional de la energía atómica, y es lugar tradicional de encuentro entre Oriente y Occidente. Santo Padre, ¿piensa enviar mensajes también sobre la política internacional, sobre la paz o sobre las relaciones con la ortodoxia y con el islam, para superar divergencias y polémicas?
R. — Mi viaje no es político; como he dicho, es una peregrinación. Son sólo dos días. Al principio sólo estaba prevista la peregrinación a Mariazell; ahora, justamente, tenemos más tiempo para estar también en Viena, para estar con diversos componentes de la sociedad austriaca. En este tiempo tan breve no están previstos inmediatamente encuentros con otras confesiones o religiones: sólo un momento ante el monumento de la Shoah, para mostrar nuestra tristeza, nuestro arrepentimiento y también nuestra amistad con nuestros hermanos judíos, para seguir adelante en esta gran unión que Dios ha creado con su pueblo. Así pues, inmediatamente no están previstos esos mensajes. Sólo al inicio, en el encuentro con el mundo político, quiero hablar un poco de esta realidad que es Europa, de las raíces cristianas de Europa, del camino que conviene tomar. Pero es obvio que hacemos todo siempre basándonos en el diálogo tanto con los demás cristianos como con los musulmanes y con las demás religiones. El diálogo está siempre presente: es una dimensión de nuestra actividad, aunque en esta circunstancia no se hará tan explícito a causa del carácter específico de esta peregrinación.
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