En el 25° aniversario del Centro Televisivo Vaticano, 18 diciembre 2008 -Benedicto XVI
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
EN EL 25° ANIVERSARIO DEL CENTRO TELEVISIVO VATICANOSala del Consistorio
Jueves 18 de diciembre de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegra encontrarme con vosotros, empleados, colaboradores y consejeros del Centro Televisivo Vaticano, acompañados de vuestros familiares, para conmemorar el 25° aniversario de la fundación de vuestro Centro. Saludo en particular al señor cardenal John P. Foley y al director general, padre Federico Lombardi, al que agradezco las palabras de saludo que me ha dirigido, ilustrando la realidad del Centro. También deseo recordar al doctor Emilio Rossi, recientemente fallecido, que durante muchos años fue presidente del Centro y después presidente de su consejo de administración, dando testimonio de un servicio generoso y competente a la Iglesia y a la sociedad.
El Centro fue promovido, en 1983, por mi predecesor Juan Pablo II, consciente de que la Santa Sede, además de los medios de comunicación de los que ya disponía, debía dotarse de un Centro televisivo propio, para que el servicio del Papa a la Iglesia universal y a la humanidad pudiera valerse también de este medio, cuya eficacia se estaba manifestando cada vez con mayor evidencia. Videre Petrum, ver al Papa, es un deseo que ha traído a Roma a innumerables peregrinos. Este deseo puede hacerse realidad hoy, al menos en parte, también gracias a la radio y la televisión, que han permitido a muchísimas personas participar, primero mediante la voz y ahora también mediante las imágenes, en las celebraciones y en los acontecimientos que se realizan en el Vaticano o en los demás lugares a los que el Papa va para cumplir su ministerio.
Así pues, ante todo prestáis un servicio muy valioso con vistas a la comunión en la Iglesia. La colaboración con las televisiones católicas ha caracterizado a vuestro Centro ya desde sus orígenes. En Italia, Telepace y SAT2000 transmiten casi todas vuestras filmaciones, pero es muy estimulante saber que no pocas televisiones católicas en diversas regiones del mundo están en conexión con vosotros. De este modo, un número cada vez mayor de fieles puede seguir, en directo o en diferido, lo que acontece en el centro de la Iglesia.
Pero la televisión no sólo llega a los fieles católicos. Al poner las imágenes a disposición de las mayores agencias televisivas mundiales y de las grandes televisiones nacionales o comerciales, favorecéis una información adecuada e inmediata sobre la vida y la enseñanza de la Iglesia en el mundo de hoy, al servicio de la dignidad de la persona humana, la justicia, el diálogo y la paz. Las relaciones de buena colaboración que os esforzáis por mantener en el vasto mundo de la comunicación televisiva, de modo especial con ocasión de los viajes internacionales del Papa, han ensanchado el campo de vuestro servicio, podríamos decir, hasta los confines del mundo, respondiendo a las expectativas humanas y espirituales de innumerables contemporáneos nuestros.
En vuestro servicio, con mucha frecuencia estáis llamados a tomar y difundir las imágenes de importantes y espléndidas celebraciones litúrgicas que se realizan en el centro de la cristiandad. La liturgia es verdaderamente la cumbre de la vida de la Iglesia, tiempo y lugar de relación profunda con Dios. Seguir el acontecimiento litúrgico a través del ojo atento de la cámara de televisión, para permitir una auténtica participación espiritual también a quienes no pueden estar físicamente presentes, es tarea elevada y comprometedora, que os exige tener una preparación seria y una verdadera sintonía espiritual con lo que, en cierto sentido, transmitís. La buena colaboración con la Oficina de las celebraciones litúrgicas, que mantenéis desde hace mucho tiempo, os ayudará a crecer cada vez más en este valioso servicio espiritual a los telespectadores de todo el mundo.
Las imágenes que habéis tomado a lo largo de los años y que ahora conserváis celosamente, convierten vuestro archivo en un valioso recurso, no sólo para la producción de programas televisivos actuales o futuros, sino también -podríamos decir- para la historia de la Santa Sede y de la Iglesia. Conservar adecuadamente la grabación de las voces y las imágenes es una empresa técnicamente difícil y económicamente costosa, pero es una de vuestras tareas institucionales, que os animo a afrontar con confianza. Para que la Iglesia siga estando presente con su mensaje "en el gran areópago" de la comunicación social, como lo definía Juan Pablo II, y no se encuentre ajena a los espacios en los que innumerables jóvenes navegan en busca de respuestas y de sentido para su vida, debéis tratar de encontrar caminos para difundir, de un modo nuevo, voces e imágenes de esperanza a través de la red telemática que envuelve nuestro planeta con mallas cada vez más tupidas.
Por lo demás, no sois los únicos en afrontar vuestra misión. Hoy precisamente se habla de la "convergencia" entre los diversos medios de comunicación social. Los confines entre esos medios se difuminan y las sinergias aumentan. Naturalmente, también los medios de comunicación social al servicio de la Santa Sede experimentan esta evolución y se deben insertar en ella consciente y activamente. Desde siempre la colaboración entre vuestro Centro y Radio Vaticano ha sido muy estrecha y ha ido creciendo, porque en las transmisiones la imagen y el sonido no pueden separarse.
Pero hoy internet invita a una integración cada vez mayor de la comunicación escrita, sonora y visual, y por tanto desafía a ensanchar e intensificar las formas de colaboración entre los medios de comunicación social que están al servicio de la Santa Sede. A eso también contribuirá, de modo particular, la relación positiva con el Consejo pontificio para las comunicaciones sociales, con el que os aliento a desarrollar iniciativas y profundizaciones fructuosas.
Así pues, ¡ánimo! La modesta entidad de vuestra estructura en comparación con la grandeza de las tareas no os debe asustar. Muchas personas gracias a vuestro trabajo pueden sentirse más cercanas al corazón de la Iglesia. Sed conscientes también de la gratitud del Papa, el cual sabe que os dedicáis generosamente a un trabajo que contribuye a la amplitud y la eficacia de su servicio diario. El Señor que viene, y cuya salvación queréis anunciar a través de vuestras imágenes, os acompañe. Con este deseo y con un augurio especial de ¡Feliz Navidad!, que extiendo a todos vuestros seres queridos, os bendigo de corazón.
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