Mensaje a los jóvenes en Stará Boleslavo, 28 septiembre 2009, Benedicto XVI
VIAJE APOSTÓLICO
DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA REPÚBLICA CHECA
(26-28 DE SEPTIEMBRE DE 2009)
MENSAJE A LOS JÓVENES
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Explanada de Melnik en Stará Boleslavo
Lunes 28 de septiembre de 2009
Queridos jóvenes:
Al final de esta celebración me dirijo a vosotros y, ante todo, os saludo con afecto. Habéis venido en gran número de toda la nación y también de los países vecinos; habéis "acampado" aquí ayer por la tarde y habéis dormido en tiendas, viviendo juntos una experiencia de fe y de fraternidad. Gracias por vuestra presencia, que me hace sentir el entusiasmo y la generosidad propios de la juventud. Con vosotros también el Papa se siente joven. Dirijo un agradecimiento especial a vuestro representante por sus palabras y por el maravilloso obsequio.
Queridos amigos, no es difícil constatar que en cada joven existe una aspiración a la felicidad, a veces mezclada con un sentimiento de inquietud; una aspiración que, sin embargo, la actual sociedad de consumo explota frecuentemente de forma falsa y alienante. Es necesario, en cambio, valorar seriamente el anhelo de felicidad que exige una respuesta verdadera y exhaustiva. A vuestra edad se hacen las primeras grandes elecciones, capaces de orientar la vida hacia el bien o hacia el mal. Desgraciadamente no son pocos los coetáneos vuestros que se dejan atraer por espejismos ilusorios de paraísos artificiales para encontrarse después en una triste soledad. Pero hay también muchos chicos y chicas que, como ha dicho vuestro portavoz, quieren transformar la doctrina en acción para dar un sentido pleno a su vida. Os invito a todos a contemplar la experiencia de san Agustín, quien decía que el corazón de toda persona está inquieto hasta que halla lo que verdaderamente busca; y él descubrió que sólo Jesucristo era la respuesta satisfactoria al deseo, suyo y de todo hombre, de una vida feliz, llena de significado y de valor (cf. Confesiones I, 1, 1).
Como hizo con él, el Señor sale al encuentro de cada uno de vosotros. Llama a la puerta de vuestra libertad y pide que lo acojáis como amigo. Desea haceros felices, llenaros de humanidad y de dignidad. La fe cristiana es esto: el encuentro con Cristo, Persona viva que da a la vida un nuevo horizonte y así la dirección decisiva. Y cuando el corazón de un joven se abre a sus proyectos divinos, no le cuesta demasiado reconocer y seguir su voz. De hecho, el Señor llama a cada uno por su nombre y a cada uno desea confiar una misión específica en la Iglesia y en la sociedad. Queridos jóvenes, tomad conciencia de que el Bautismo os ha hecho hijos de Dios y miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia. Jesús os renueva constantemente la invitación a ser sus discípulos y sus testigos. A muchos de vosotros llama al matrimonio y la preparación para este sacramento constituye un verdadero camino vocacional. Considerad entonces seriamente la llamada divina a formar una familia cristiana, y que vuestra juventud sea el tiempo de construir con sentido de responsabilidad vuestro futuro. La sociedad necesita familias cristianas, familias santas.
Si el Señor os llama a seguirlo en el sacerdocio ministerial o en la vida consagrada, no dudéis en responder a su invitación. De modo especial en este Año sacerdotal, os invito a vosotros, jóvenes: estad atentos y disponibles a la llamada de Jesús a ofrecer la vida al servicio de Dios y de su pueblo. La Iglesia, también en este país, necesita numerosos y santos sacerdotes, así como personas totalmente consagradas al servicio de Cristo, esperanza del mundo.
¡La esperanza! Esta palabra, sobre la que vuelvo con frecuencia, se conjuga precisamente con la juventud. Vosotros, queridos jóvenes, sois la esperanza de la Iglesia. Ella espera que seáis mensajeros de la esperanza, como ocurrió el año pasado en Australia, en la Jornada mundial de la juventud, gran manifestación de fe juvenil, que pude vivir personalmente y en la que participasteis algunos de vosotros. Muchos más podéis ir a Madrid, en agosto de 2011. Os invito ya desde ahora a este gran encuentro de los jóvenes con Cristo en la Iglesia.
Queridos amigos, gracias de nuevo por vuestra presencia y gracias por vuestro obsequio: el libro con las fotos que cuentan la vida de los jóvenes en vuestras diócesis. Gracias también por el signo de vuestra solidaridad con los jóvenes de África, que me habéis entregado. El Papa os pide que viváis con alegría y entusiasmo vuestra fe; que crezcáis en la unidad entre vosotros y con Cristo; que oréis y seáis asiduos en la práctica de los sacramentos, en particular de la Eucaristía y de la Confesión; que cuidéis vuestra formación cristiana permaneciendo siempre dóciles a las enseñanzas de vuestros pastores. Que os guíe en este camino san Wenceslao con su ejemplo y su intercesión, y os proteja siempre la Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Os bendigo a todos con afecto.
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(Al final, el Santo Padre dirigió en varias lenguas los siguientes saludos)
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos procedentes de Eslovaquia, en particular a los jóvenes. Queridos jóvenes, hermanos y hermanas, os doy las gracias por vuestra presencia en esta celebración. No lo olvidéis: que el amor de Dios sea vuestra fuerza. De buen grado os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. ¡Alabado sea Jesucristo!
Dirijo una palabra de saludo a los polacos aquí presentes, y en especial a los jóvenes que acompañan a sus hermanos checos con espíritu de viva amistad. Sosteneos recíprocamente con un gozoso testimonio de fe, creciendo en el amor a Cristo y en la fuerza del Espíritu Santo para alcanzar la plenitud de vuestra humanidad y de la santidad. ¡Que Dios os bendiga!
Saludo cordialmente a los jóvenes y a todos los peregrinos de lengua alemana procedentes de los países vecinos. Gracias por vuestra presencia. Vuestra participación en esta fiesta de fe y de esperanza es señal de que buscáis en Jesucristo y en la comunidad de la Iglesia las respuestas a vuestros interrogantes y a vuestros deseos profundos. Cristo mismo es el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14, 6). Él es la base que de verdad sostiene nuestra existencia. Sobre este fundamento pueden nacer familias cristianas y los jóvenes pueden responder a la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada. La amistad personal con Cristo nos llena de alegría verdadera y duradera, y nos hace disponibles para realizar el proyecto de Dios para nuestra vida. Por esto imploro para todos vosotros la ayuda del Espíritu Santo.
Queridos jóvenes amigos, vuestro entusiasmo por la fe cristiana es un signo de esperanza para la Iglesia presente y operante en estos países. Para dar un sentido más pleno a vuestra juventud, seguid con valentía y generosidad al Señor Jesús, que llama a la puerta de vuestro corazón. Cristo os pide que lo acojáis como amigo. Que el Señor os bendiga y lleve a cumplimiento todos vuestros buenos proyectos de vida.
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