Mensaje del Papa Benedicto XVI al Director General de la FAO con ocasión de la Jornada Mundial de la Alimentación

Autor: Benedicto XVI

     

MENSAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI
AL DIRECTOR GENERAL DE LA FAO
CON OCASIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA ALIMENTACIÓN

Al señor Jacques Diouf
Director general de la
Organización de las Naciones Unidas
para la alimentación y la agricultura
(FAO): 

En este año, en que se conmemora el sexagésimo aniversario de la creación de la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, la celebración de la Jornada mundial de la alimentación nos recuerda que el hambre y la desnutrición figuran, por desgracia, entre los escándalos más graves que afectan aún a la vida de la familia humana, lo cual hace cada vez más urgente la acción emprendida, bajo su dirección, por la FAO.
Los millones de personas que ven amenazada su existencia misma, al estar privadas del alimento mínimo necesario, requieren la atención de la comunidad internacional, puesto que todos tenemos el deber de preocuparnos por nuestros hermanos. En efecto, el hambre no depende únicamente de las situaciones geográficas y climáticas o de las circunstancias desfavorables relacionadas con las cosechas. También la provoca el hombre mismo y su egoísmo, que se traduce en carencias en la organización social, en la rigidez de estructuras económicas muy a menudo destinadas únicamente al lucro, e incluso en prácticas contra la vida humana y en sistemas ideológicos que reducen a la persona, privada de su dignidad fundamental, a un mero instrumento.
Al contrario, el verdadero desarrollo mundial, organizado e integral, que todos desean, exige conocer de manera objetiva las situaciones humanas, descubrir las verdaderas causas de la miseria y darles respuestas concretas, teniendo como prioridad una formación adecuada de las personas y de las comunidades. Así se pondrán por obra la libertad auténtica y la responsabilidad, que son propias del obrar humano.
El tema elegido para esta Jornada, "Agricultura y diálogo de las culturas", invita a considerar el diálogo como un medio eficaz para crear las condiciones de la seguridad alimentaria. El diálogo requiere conjugar los esfuerzos de las personas y las naciones para el servicio del bien común. La convergencia entre todos los protagonistas, asociada a una cooperación efectiva, puede contribuir a edificar la verdadera paz, permitiendo vencer las tentaciones recurrentes de conflicto a causa de las diferencias de concepciones culturales, de etnias o de niveles de desarrollo.
También es importante estar muy atentos a las situaciones humanas, con el fin de mantener la diversidad de los modelos de desarrollo y de las formas de asistencia técnica, en función de las condiciones particulares de cada país y de cada comunidad: condiciones económicas, ambientales, sociales, culturales y espirituales.
El progreso técnico sólo será verdaderamente eficaz si se inserta en una perspectiva más amplia, donde el hombre ocupe el centro, esforzándose por tener en cuenta todas sus necesidades y aspiraciones, ya que, como dice la Escritura, "no sólo de pan vive el hombre" (Dt 8, 3; Mt 4, 4). Además, esto permitirá a cada pueblo aprovechar su patrimonio de valores, para compartir sus riquezas, espirituales y materiales, en beneficio de todos.
Los ambiciosos y complejos objetivos que se prefija vuestra Organización sólo podrán alcanzarse si la protección de la dignidad humana, origen y fin de los derechos fundamentales, llega a ser el criterio que inspire y oriente todos los esfuerzos. La Iglesia católica, que participa también en las acciones encaminadas a un desarrollo realmente armonioso, en colaboración con los interlocutores presentes sobre el terreno, desea alentar la actividad y los esfuerzos de la FAO para que suscite, en su ámbito, un verdadero diálogo de las culturas y contribuya así a aumentar la capacidad de alimentar a la población mundial, respetando la biodiversidad. En efecto, el ser humano no debe poner en peligro, por imprudencia, el equilibrio natural, fruto del orden de la creación; al contrario, debe esforzarse por transmitir a las generaciones futuras una tierra capaz de alimentarlas.
Con este espíritu, pido al Todopoderoso que bendiga la misión tan necesaria de la FAO y el compromiso de sus dirigentes y de sus funcionarios con el fin de garantizar a todos los miembros de la familia humana el pan de cada día.

Vaticano, 12 de octubre de 2005

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