Nacimiento de santa Isabel de Hungría, 27 de mayo del 2007
CARTA DEL PAPA BENEDICTO XVI
EN EL VIII CENTENARIO DEL NACIMIENTO
DE SANTA ISABEL DE HUNGRÍA
Al venerado hermano cardenal
PÉTER ERDO
Arzobispo de Esztergom-Budapest
Primado de Hungría
Presidente del Consejo de las Conferencias episcopales de Europa
Me ha complacido mucho saber que se están preparando celebraciones especiales con motivo del VIII centenario del nacimiento de santa Isabel de Hungría o de Turingia, que tiene lugar este año. Le pido que en esa feliz circunstancia se haga intérprete, ante los fieles de Hungría y de toda Europa, de mi participación espiritual en las celebraciones previstas: serán ocasión propicia para proponer a todo el pueblo de Dios y especialmente a Europa el espléndido testimonio de esta santa, cuya fama ha cruzado los confines de su patria, implicando a muchísimas personas, incluso no cristianas, en todo el continente.
Isabel, santa "europea", nació en un contexto social de reciente evangelización. Andrés y Gertrudis, padres de esa auténtica joya de la nueva Hungría cristiana, se preocuparon de formarla en la conciencia de su dignidad de hija adoptiva de Dios. Isabel hizo suyo el programa de Jesucristo, Hijo de Dios, que, al hacerse hombre, "se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo" (Flp 2, 7). Gracias a la ayuda de óptimos maestros, siguió las huellas de san Francisco de Asís, proponiéndose como objetivo personal y último configurar su existencia con la de Cristo, único Redentor del hombre.
Llamada a ser esposa del Landgrave de Turingia, no dejó de dedicarse al cuidado de los pobres, en los que reconocía los rasgos del Maestro divino. Fue esposa y madre ejemplar, practicando las virtudes evangélicas, aprendidas en la escuela del santo de Asís; y auténtica hija de la Iglesia, dando un testimonio concreto, visible y significativo de la caridad de Cristo.
Innumerables personas, a lo largo de los siglos, han seguido su ejemplo, mirándola como un modelo de excelsas virtudes cristianas, vividas de modo radical en el matrimonio, en la familia y también en la viudez. En ella se han inspirado incluso personalidades políticas, que se han sentido impulsadas a trabajar por la reconciliación entre los pueblos.
El año internacional isabelino, iniciado en Roma el día 17 de noviembre del año pasado, está estimulando a comprender cada vez más la espiritualidad de esta hija de Panonia, que recuerda también hoy a sus compatriotas y a los habitantes del continente europeo la importancia de los valores imperecederos del Evangelio.
Señor cardenal, deseo ardientemente que un conocimiento más profundo de la personalidad y de la obra de Isabel de Turingia ayude a redescubrir cada vez con mayor claridad las raíces cristianas de Hungría y de la misma Europa, impulsando a los responsables a promover de modo armonioso y respetuoso el diálogo entre la Iglesia y las sociedades civiles, para construir un mundo realmente libre y solidario.
Ojalá que el año internacional isabelino constituya para los húngaros, para los alemanes y para todos los europeos una ocasión muy propicia para poner de manifiesto la herencia cristiana recibida de los padres, a fin de seguir sacando de esas raíces la savia necesaria para que se produzca una abundante cosecha de frutos en el nuevo milenio recién iniciado.
A la vez que invoco sobre todos la constate protección de María, Magna Domina Hungarorum, de san Esteban y de santa Isabel, le imparto a usted, señor cardenal, a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a todos los fieles, una bendición apostólica especial, prenda de abundantes favores celestiales.
Vaticano, 27 de mayo de 2007
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