Palabras en el concierto obsequio del presidente de la República italiana por el V aniversario de pontificado, 29 abril 2010-Benedicto XVI
CONCIERTO OBSEQUIO DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ITALIANA
POR EL V ANIVERSARIO DE PONTIFICADO
PALABRAS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Sala Pablo VI
Jueves 29 de abril de 2010
Señor presidente de la República;
señores cardenales;
honorables ministros y autoridades;
venerables hermanos en el episcopado y en el presbiterado;
señores y señoras:
Una vez más el presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, con un gesto de exquisita cortesía, ha querido ofrecernos a todos la posibilidad de escuchar excelente música con ocasión del aniversario del inicio de mi pontificado. Señor presidente, lo saludo con deferencia a usted y a su distinguida esposa, y deseo expresarle mi vivo agradecimiento por el homenaje verdaderamente grato de este concierto y por las amables palabras que me ha dirigido. En este acto de atención veo también un signo más del afecto que el pueblo italiano alberga por el Papa, afecto que fue tan ferviente en santa Catalina de Siena, patrona de Italia, cuya fiesta celebramos hoy. Me complace saludar a las demás autoridades del Estado italiano, a los señores embajadores, a las distintas personalidades y a todos los que habéis participado en este momento de alto valor cultural y musical.
Deseo dar las gracias a todos los que han cooperado generosamente en la realización de este evento, en particular a los dirigentes de la Fundación Escuela de música de Fiésole, de la que forma parte significativa la Orquesta juvenil italiana, y que dirige hábilmente el maestro Nicola Paszkowski. Con la seguridad de interpretar los sentimientos de todos los presentes, expreso sincero aprecio a los miembros de la orquesta, que han ejecutado con habilidad y eficacia complejas piezas del compositor milanés Giovanni Battista Sammartini, de Wolfgang Amadeus Mozart y de Ludwig van Beethoven.
En esta velada hemos tenido la alegría de escuchar a jóvenes concertistas alumnos de la Escuela musical de Fiésole, fundada por Piero Farulli, que a lo largo de los años se ha afirmado como excelente centro nacional de formación orquestal, dando la posibilidad a numerosos niños, adolescentes, jóvenes y adultos, de realizar un cualificado itinerario formativo de preparación para ser músicos de las mejores orquestas italianas y europeas. El estudio de la música reviste un alto valor en el proceso educativo de la persona, puesto que produce efectos positivos sobre el desarrollo del individuo, favoreciendo su crecimiento humano y espiritual armónico. Sabemos que el valor formativo de la música se reconoce habitualmente por sus implicaciones de índole expresiva, creativa, relacional, social y cultural.
Por lo tanto, la experiencia de más de treinta años de la Escuela de música de Fiésole asume especial relieve frente a la realidad cotidiana que nos dice que educar no es fácil. De hecho, parece que en el contexto social actual cualquier obra de educación resulta cada vez más ardua y problemática: a menudo entre padres y educadores se habla de las dificultades que se encuentran a la hora de transmitir a las nuevas generaciones los valores básicos de la existencia y de un comportamiento correcto. Dicha situación problemática afecta tanto a la escuela como a la familia, y a las diversas instituciones que realizan una labor en el campo formativo.
Las condiciones actuales de la sociedad requieren un compromiso educativo extraordinario en favor de las nuevas generaciones. Los jóvenes, aunque viven en contextos distintos, tienen en común la sensibilidad a los grandes ideales de la vida, pero encuentran muchas dificultades para vivirlos. No podemos ignorar sus necesidades ni sus expectativas, y tampoco los obstáculos y las amenazas que encuentran. Sienten la exigencia de acercarse a los valores auténticos como la centralidad de la persona, la dignidad humana, la paz y la justicia, la tolerancia y la solidaridad. También buscan, a veces de modo confuso y contradictorio, la espiritualidad y la trascendencia, para encontrar equilibrio y armonía. A este propósito, me complace señalar que precisamente la música puede abrir las mentes y los corazones a la dimensión del espíritu y lleva a las personas a levantar la mirada hacia lo Alto, a abrirse al Bien y a la Belleza absolutos, que tienen en Dios su fuente última. El aire festivo del canto y de la música son también una invitación constante para los creyentes y para todos los hombres de buena voluntad a comprometerse a fin de dar a la humanidad un futuro rico de esperanza. Además, la experiencia de tocar en una orquesta añade la dimensión colectiva: los ensayos continuos llevados a cabo con paciencia; el ejercicio de escuchar a los demás músicos; el compromiso de no tocar «solos», sino de procurar que los distintos «colores orquestales» —si bien manteniendo sus propias características— se fundan en unidad; la búsqueda común de la mejor expresión, todo esto constituye un magnífico «entrenamiento», no sólo en el plano artístico y profesional, sino también bajo el perfil humano global.
Queridos amigos, espero que la grandeza y la belleza de las piezas musicales magistralmente ejecutadas esta tarde den a todos nueva y continua inspiración para tender hacia metas cada vez más altas en la vida personal y social. Renuevo al señor presidente de la República italiana, a los organizadores y a todos los presentes la expresión de mi sincera gratitud por este apreciado homenaje. Recordadme en vuestras oraciones, para que al iniciar el sexto año de mi pontificado cumpla siempre mi ministerio como quiere el Señor. Él, que es nuestra fuerza y nuestra paz, os bendiga a todos vosotros y a vuestras familias.
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