Superiores y alumnos del Colegio Capránica de Roma
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS SUPERIORES Y ALUMNOS
DEL COLEGIO CAPRÁNICA DE ROMAJueves 8 de enero de 2004
1. Me alegra reunirme con vosotros, queridísimos alumnos del Almo Colegio Capránica, al acercarse la memoria litúrgica de vuestra patrona santa Inés. Os saludo a vosotros, al cardenal vicario, al rector, mons. Michele Pennisi, y a los demás superiores.
Estamos en el tiempo de Navidad, entre la solemnidad de la Epifanía y la fiesta del Bautismo del Señor, en el curso de este año 1998, dedicado de modo especial al Espíritu Santo. La solemnidad de la Epifanía nos ha invitado a meditar en la misión universal de la Iglesia, prolongación de la misión salvífica de Cristo, Luz de las gentes, «Lumen gentium ». Cada uno de vosotros, queridos seminaristas y jóvenes presbíteros, está llamado a participar en esta misión de la Iglesia, y se está preparando para ponerse a su servicio de modo completo y maduro. Para este fin es necesario ante todo crecer en esa docilidad personal al Espíritu Santo de la que es modelo Mar ía santísima. De ella aprendemos, en este tiempo de Navidad, rebosante de estupor y admiración, el compromiso de escuchar y acoger profundamente la palabra de Dios.
2. El Espíritu Santo es el protagonista de la misión de la Iglesia, es el protagonista de la nueva evangelización. El próximo domingo contemplaremos a Cristo que, bautizado en el Jordán, recibe del Padre la unción espiritual. Es una escena muy elocuente y rica de significado para todo cristiano y, de modo particular, para todo sacerdote. Nos ayuda a profundizar en el misterio de nuestra llamada y consagración personal en el Espíritu Santo, la «unción» que, como dice el apóstol Juan, «enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no mentirosa» (1 Jn 2, 27). El Espíritu Santo nos conforma a Cristo, nos da la fuerza para seguirlo y testimoniarlo. Es fuente de santidad vivida en las pruebas ordinarias y en las extraordinarias. La virgen Inés es, especialmente para vosotros que la veneráis como patrona, modelo de conformación a Cristo en la entrega total por el Evangelio. El Señor, por intercesión de esta virgen mártir, haga de cada uno de vosotros un testigo valiente de su amor, un santo sacerdote, una imagen fiel de Cristo, buen Pastor.
Con estos sentimientos, a la vez que os deseo todo bien para el año que acaba de comenzar, os imparto de corazón la bendición apostólica, que extiendo gustoso a vuestros seres queridos.