¿Por qué honramos el Inmaculado Corazón de María?
San Juan Pablo II expresó: “De María aprendemos a amar a Cristo, su Hijo y el Hijo de Dios… De ella aprendemos a ser siempre fieles, a confiar en que la Palabra de Dios se cumplirá en nosotros, que nada es imposible para Dios.”
Cuando honramos al Inmaculado Corazón de María, honramos también a Jesús. Al honrar a la Madre, se honra al Hijo. Además, María también es nuestra madre (cf Apocalipsis 12,17), y su corazón de madre es incomparable. San Luis de Montfort afirmó: “Ni todo el amor de todas las madres alcanzaría a equiparar el amor del corazón de María por sus hijos”.
¿Cómo es la historia del Inmaculado Corazón de María?
El Inmaculado Corazón de María recibe honra, de alguna manera, desde antes del siglo XVI, pero San Juan Eudes, sacerdote francés del siglo XVI, popularizó esta devoción por su gran amor a la Santísima Virgen.
¿Qué relación hay entre el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María?
La sierva de Dios Lucía de Jesús Rosa dos Santos, una de las visionarias de Fátima, lo expresó de la siguiente forma: “La obra de nuestra redención comenzó en el momento en que la Palabra descendió del Cielo y asumió un cuerpo humano en el vientre de María. Desde ese momento y durante los siguientes nueve meses, la Sangre de Cristo fue la sangre de María, tomada del Inmaculado Corazón de la Madre; el Corazón de Cristo latió al unísono con el Corazón de María”.
Y Jesús mismo, cuando se apareció a Sor Lucía, le dijo: “Quiero que Mi Iglesia ponga la devoción al Inmaculado Corazón junto con la devoción a Mi Sagrado Corazón”.
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¿Qué es la devoción de los primeros sábados?
Parte del mensaje de Fátima consiste en el pedido que Dios nos hace de reparación por los pecados del mundo. En 1916, el ángel que se apareció a los niños les enseñó oraciones de reparación y les pidió que hicieran penitencia. La Santísima Virgen también pidió oraciones y actos de reparación; y el 13 de julio de 1917, prometió que volvería para pedir una forma especial de reparación. Esto se dio en 1925, cuando se le apareció a Lucía, que era novicia en una comunidad española.
“Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que durante cinco meses en el primer sábado de mes se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen cinco misterios del Rosario y me hagan compañía durante quince minutos meditando en los quince misterios del Rosario con el fin de desagraviarme, les prometo asistir en la hora de lamuerte con las gracias necesarias para la salvación.”
Este pedido está vigente y es tan necesario hoy como en 1929, si no más. No solo está al alcance de todo católico, sino que se agrada así al Señor, que, como cualquier hijo, agradece que otros defiendan el honor de su madre.
¿Por qué se representa a María con una espada en su corazón?
Muchas imágenes del Inmaculado Corazón de María muestra una o varias espadas que lo atraviesan. Simeón le advirtió a la Santísima Madre: “¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!” (Lc 2,35). Eso señala los sufrimientos qu María iba a experimentar, en particular la Pasión de Jesús.
¿Cuáles son los siete dolores de María?
- La profecía de Simeón (Lucas 2,25-35)
- La huida a Egipto (Mateo 2,13-15)
- Jesús se pierde durante tres días (Lucas 2,41-50)
- María encuentra a Jesús en el camino al Calvario (Lucas 23,27-31; Juan 19,17)
- Crucifixión y Muerte de Jesús (Juan 19,25-30)
- El cuerpo de Jesús es bajado de la Cruz (Sal 130; Lucas 23,50-54; Juan 19,31-37)
- La sepultura de Jesús (Isaías 53,8; Lucas 23,50-56; Juan 19,38-42; Marcos 15,40-47)
¿Se menciona el Corazón de María en la Biblia?
En el Evangelio de San Lucas, se menciona el corazón de María en dos pasajes. Luego del nacimiento de Jesús, San Lucas relata (2,19): “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su conrazón”. Y luego de que María y San José hallaran a Jesús en el Templo después de haber estado perdido durante tres días, San Lucas (2,51) afirma: “Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”. Ambas referencias apuntan a la vida interior de María en la que ella meditaba los Misterios que rodeaban a su Hijo.
¿Qué significa consagrarse al Inmaculado Corazón de María?
Consagrar algo es reservarlo para Dios. Este “hacerlo sagrado” identifica a la persona o el objeto como consagrado al servicio de Dios. Esto se ve en el Antiguo Testamento cuando las personas o los objetos (el primogénito, los sacerdotes, las ofrendas, etc.) se entregan a Dios; y en el Nuevo Testamento cuando Cristo aparece como el consagrado enviado por el Padre (Juan 10,36), que se consagró a sí mismo al Padre en nombre nuestro (Juan 17,19) y a través de quien nosotros somos consagrados (1 Pedro 2,9).
Cuando nos consagramos al Inmaculado Corazón, dedicamos nuestra persona a Dios a imitación de la consagración plena de sí misma que hizo nuestra Señora en el momento de la Encarnación (Lucas 1,38) y a los pies de la Cruz (Lucas 2,35; Jn 19,25-27); y nos encomendamos a ella para cumplir acabadamente con nuestro compromiso bautismal. Como expresó San Juan Pablo II en su oración de consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María el 25 de marzo de 1984:
. . . Ante ti, Madre de Cristo, delante de tu Corazón inmaculado, yo deseo en este día, juntamente con toda la Iglesia, unirme con nuestro Redentor en esta su consagración por el mundo y por los hombres, la única que en su Corazón divino tiene el poder de conseguir el perdón y procurar la reparación.
Oración de consagración a María:
¡Oh María, Virgen poderosa y Madre de misericordia, Reina del cielo y refugio de los pecadores!, nos consagramos a vuestro Inmaculado Corazón.
Os consagramos nuestro ser y toda nuestra vida; todo cuanto tenemos, todo lo que amamos, todo lo que somos. A Vos, nuestros cuerpos, nuestros corazones, nuestras almas. A Vos, nuestros hogares, nuestras familias, nuestra Patria.
Queremos que todo, en nosotros y en torno nuestro, os pertenezca, y participe de los beneficios de vuestras maternales bendiciones. Y, para que esta consagración sea verdaderamente eficaz y duradera, renovamos hoy, a vuestros pies, ¡oh María!, las promesas de nuestro bautismo y de nuestra primera Comunión.
Nos obligamos a profesar siempre y valerosamente las verdades de la Fe, a vivir como católicos, enteramente sumisos a todas las normas del Papa y de los Obispos en comunión con él.
Nos obligamos a observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia, en particular la santificación del Domingo.
Nos obligamos a introducir en nuestra vida, en lo posible, las consoladoras prácticas de la Religión cristiana, sobre todo la Sagrada Comunión.
Os prometemos, finalmente, ¡oh gloriosa Madre de Dios y tierna Madre de los hombres!, consagrarnos de todo corazón al servicio de vuestro culto bendito, a fin de apresurar y asegurar, por el reinado de vuestro Corazón Inmaculado, el reinado del Corazón de vuestro adorable Hijo, en nuestras almas y en todas las almas, en nuestra Nación y en todo el universo, así en la tierra como en el cielo. Amén.