Beato Pierre Bonhomme
Beato
Pedro Bonhomme
(1803-1861)
En 1803, nace Pedro Bonhomme en Gramat, en el hogar de un artesano, armero. El Causse del Quercy todavía está marcado por la devastación del período revolucionario: lo que queda del clero ha envejecido, el Seminario Mayor aún no ha abierto sus puertas y las necesidades apostólicas son inmensas en este departamento que cuenta entonces con unos 250.000 habitantes.
Muy pronto, el joven Pedro Bonhomme, apasionado por Jesucristo y motivado por la inmensa misión a realizar para «salvar almas», toma la decisión: será sacerdote.
Entra al Seminario Mayor con el diploma de Bachiller que obtuvo en el Colegio Real de Cahors, para ser ordenado sacerdote en 1827.
A partir de ese momento, él dio pruebas de un dinamismo extraordinario:
- En Gramat abre un Colegio para varones y al año siguiente otro en Prayssac;
- Presta una ayuda eficaz a los sacerdotes ancianos de dos parroquias de Gramat y crea el grupo de las «Hijas de María», movimiento de espiritualidad para las jóvenes.
Ahí está su primera obra. Está tan persuadido de la necesidad de la instrucción y de la formación humana y espiritual para las jóvenes, cuando nada hay en esos lugares.
- Pronto es nombrado Párroco de Gramat, descubre la miseria de los pobres, ancianos y enfermos y la precariedad de los medios para ayudarlos. Invita a las jóvenes a ponerse a su servicio para las visitas, los cuidados, los socorros materiales y espirituales..., y muy pronto, de acuerdo con la Sociedad de Beneficencia del pueblo, decide construir un Hogar.
- De este proyecto nace la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora del Calvario. En esta época, es habitual que se pida una comunidad religiosa para poner en funcionamiento un Hogar.
El Padre Bonhomme no encontrándola y viendo el fervor y la entrega de las jóvenes del grupo de las Hijas de María, las invita y las forma para que sean estas religiosas. Con esta propuesta, él sale al encuentro de su deseo de consagrarse a Dios.
Cuatro gramatenses: Hortensia y Adela Pradel, Cora y Matilde Rousset son el primer eslabón de una cadena no interrumpida hasta hoy.
En Rocamadour, destacado lugar de peregrinación mariana en el Quercy, ellas hacen un retiro de discernimiento de ocho días, que concluye con su primer compromiso. Después de algunos meses de estadía en Cahors, para su formación, en diversas congregaciones, ellas regresan a Gramat para vivir en comunidad y ponerse al servicio de los pobres y los niños.
En 1833 pronuncian sus primeros votos y 30 años más tarde, a la muerte del Padre Fundador, son más de doscientas y las comunidades se han multiplicado en el Lot y más allá, al servicio de:
- los niños y jóvenes (catequesis, instrucción y formación...)
- las parroquias
- los pobres y enfermos (cuidados a domicilio, obras sociales...)
- los marginados de la época (sordomudos, enfermos mentales...)
Y durante este tiempo, el Padre Bonhomme, por su parte, despliega una actividad desbordante al servicio de las parroquias. Predica numerosas misiones en el Lot y en el Tarn y Garonne: unas sesenta en diez años. Estas misiones duran de una a tres semanas y tienen un éxito notable si se juzga por la frecuentación de los fieles, el número de confesiones y de conversiones.
Allí comienza la fama de gran orador popular que, a partir de un contenido muy clásico: las grandes verdades (muerte, juicio, pecado, infierno, cielo y también los diez mandamientos) sabe conmover, hacer llorar pero sobre todo convertir y conducir al compromiso cristiano a numerosos paisanos de buena voluntad y jóvenes para su Congregación. El predicaba en patois, con fuerza y siempre. Se revela un extraordinario ministro de la Reconciliación.
Misionero del Quercy,es a los pies de Nuestra Señor de Rocamadour donde busca fuerzas e inspiración. Por su intercesión obtiene su curación cuando quedó completamente afónico durante un retiro que predica, en la Parroquia de Gramat.
Allí también, el Padre Caillau, Sacerdote de las Misiones de Francia y restaurador de las peregrinaciones, le pide que inaugure, en 1835: las Semanas Mariales de Setiembre.
Antes de emprender este trabajo misionero, el Padre Bonhomme toma el tiempo necesario para la reflexión. Con grandes deseos de ser fiel al Señor, hace en 1836, un retiro en la Trapa de Mortagne. El mismo se siente atraído por la vida religiosa y más particularmente por la Orden de los Carmelitas. Quería llevar con él dos compañeros para hacer el noviciado, con la posibilidad de regresar a Gramat con una Comunidad Carmelita... Pero, el Obispo de Cahors, Monseñor d'Haupoul se opone a este proyecto.
El Padre Bonhomme obediente, se somete y colabora leal y activamente con el grupo de misioneros diocesanos,establecidos en Rocamadour y al cual, el nuevo Obispo, Mons. Bardou, ha dado otro superior: el Padre Jouffreau.
Después de diez años consagrados a la renovación y evangelización de las campañas, en 1848, durante la Misión de Puy le Eveque, un pueblo del Lot, pierde definitivamente la voz y debe renunciar a la predicación.
El misionero diocesano no está más pero queda el Fundador y durante los últimos años de su vida, continuará trabajando por su Congregación y por ella contribuirá aún a extender Reino de Dios pues, atento a los signos del Espíritu, tiene un sentido agudo de los llamados y de las necesidades de su tiempo.
La Congregación cuenta entonces con 61 religiosas en distintas comunidades implantadas en las parroquias rurales para la educación de los niños y el cuidado de los enfermos.
En 1844, había enviado una comunidad para prestar un servicio en el Hospital Psiquiátrico del Departamento, en Leyme, y sostuvo a las Hermanas, en esta tarea tan difícil, con sus numerosas visitas. El toma conciencia de la suerte de los enfermos mentales que la medicina no llegaba a tratarlos como hoy. Y cuando, en París, encuentra al Dr. Falret, médico en la Salpetrière, que le pide Hermanas para atender un asilo de día para «los alienados convalecientes e indigentes», decide concretar esta fundación. Las Hermanas llegan a Grenelle (París) el 1 de julio de 1856.
Por su enfermedad de laringe, privado de voz, el Padre Bonhomme experimenta todos los días las dificultades de comunicación con su entorno. Durante las misiones descubre en los pueblos del campo inválidos, sordo-mudos, privados de comunicación, de educación y con frecuencia excluidos. Su enfermedad lo hace más sensible al discapacitado. Desea hacer alguna cosa por ellos quiere ante todo, hacerles oír, para que sean accesibles a la Palabra, para hacerles conocer el amor de Dios.
En octubre de 1854 abre la primera escuela para sordos en Marynhac-Lentour (Lot) y en 1856 envía Hermanas a París, calle de Postes, para fundar un asilo para sordomudos, a pedido del Padre Lambert, Capellán del Instituto Imperial de Sordos.
Durante este último período de su vida, el Padre Bonhomme trabaja en la redacción de la Regla del Instituto que ha puesto bajo la protección de Nuestra Señora del Calvario, dándole a Maria al pie de la Cruz por Madre y Modelo.
Hace preceder el texto de las Constituciones por un comentario de las Bienaventuranzas. El mismo ha fundado su vida sobre el Evangelio y escribe: «Mi modelo será Jesucristo y uno se complace en parecerse a quien ama».
Este apasionado por Jesucristo sufre la prueba de la persecuciónen su ciudad natal donde no le evitan ni críticas, ni calumnias, ni burlas durante los primeros años de su ministerio. Este sufrimiento lo marca profundamente. El que es muy sensible, delicado en la amistad y compasivo en las penas. Está en comunión con la Pasión de Cristo que celebra con el Vía Crucis. En el curso de sus misiones, lo hizo erigir por decenas en las Iglesias parroquiales.
Su confianza filial a María,lo conduce frecuentemente como peregrino, sobre la ruta de Rocamadour, el rosario en mano. «Mi apoyo, mi todo junto a Dios, eres Tú Santa Virgen María... Pongo mi salvación entre tus manos...», tal es su oración y sin dudas la del último encuentro en ese Santuario Mariano, donde tres días antes de su muerte, fue a pie!
La tarde del 9 de Setiembre de 1861, es para él la hora del encuentro con Aquél a quien dio toda su vida!... Bienaventurado Padre Bonhomme, testigo de Jesucristo!